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Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad.

Gabriel Garcia Marquez





En su punto


Mi prima Marica, la casquera, siempre me ve flaco. Por lo que me anuncia:

–Tengo una espaldilla superior.

Mi prima suele hablar de corazón, lengua y riñones. Así que me extraño:

–¿Espaldilla?

Mi prima Marica, como me conoce, prefiere ahorrar saliva y mostrar el surtido.

–Observa.

Es a simple vista una superficie prieta, surcada de nervios y tendones. Pero por curiosidad sondeo:

–¿A qué sabe?

Porque probar es otra historia. Con lo que la prima, adivinándome las ganas, asegura desabrochándose la blusa:

–Depende del consumidor.

Le gusta exhibirse en sostén y mirar la fiebre de mis ojos mientras se acaricia las copas.

–Unos clientes tienen paladar y otros no –explica–. Y no se complace a todos por igual.

Yo entonces, sentado junto a la lumbre de la cocina como si fuera su novio recluta, le canto el romance antiguo:

–Hermana Marica, mañana que es fiesta, no irás a la amiga ni yo iré a la escuela.

Ella, siguiendo el juego, responde:

–Cierra la puerta, primo.

Y ofreciendo a mi capricho la carne, aconseja primero macerarla. Y mejor con la mano que con instrumental  de cocina.

–Así que lávate antes –exige la prima.

Yo mojo mis manos en la pila y tras secarme en los pantalones aplico la palma, bien extendida, sobre el tejido. Con tal suavidad por no pasarme de duro que la prima discrepa. Así que acabo golpeando la carne con el puño.

–Más fuerte, más –jalea la prima.

Cuando, fatigado, interrumpo el masaje, advierto que sus ojos tienen la misma fiebre que los míos.

–¿Vino de misa? –sugiere tendiéndome la botella. Yo riego la superficie macerada y la prima se estremece al contacto del chorrito.

–¿Especias? –propone,  señalando los diversos frascos de la alacena.

–Picantes  –exijo.

–¿Con guarnición? –insinúa la muy pícara. Porque siempre fue exquisita.

–En su salsa –sostengo.

Al rato, ella rompe el silencio.

–¿Te gusta poco hecha o muy hecha?

Pero no se trata de una solicitud sino de un juicio de valor. Porque algunas veces hacemos yo y ella las bellaquerías detrás de la puerta y hasta no conocer mi opinión no descansa.

–En su punto –confirmo.

Manuel Longares (Madrid, 1943)


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                        Los días felices  –  Balthus (1945)



                         Uptown Girl  –  Billy Joel




Llegaste a tiempo


Debí haberte encontrado diez años antes o diez años después. Pero llegaste a tiempo.

Antes, me hubiera gustado conocerte con libertad, sin restricciones. Sin límites ni complejos.

Después, con calma y serenidad, con paciencia y el tiempo que me permite la experiencia.

Te conocí a tiempo, a tiempo de encontrarte, para saber que existías, para llenar mis ojos y mi boca de tu sabor.

Para encontrarnos en el mismo tiempo y espacio.

Para disfrutarte y que me disfrutes, para tocarte y que me toques.

Para que supieras que yo estaba aquí para que me tomaras.

Y que me dejaras tomarte a ti.

No fuiste antes ni después, fuiste a tiempo.

A tiempo para que me enamorara de ti.

Jaime Sabines


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                          Fuente de la imagen


                          Don't Dream It's Over  -  Crowded House




 Los portadores de sueños


En todas las profecías está escrita la destrucción del mundo. Todas las profecías cuentan que el hombre creará su propia destrucción. Pero los siglos y la vida que siempre se renuevan, engendraron también una generación de amadores y soñadores, hombres y mujeres que no soñaron con la destrucción del mundo, sino con la construcción del mundo de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor. Detrás de su apariencia cotidiana guardaban la ternura y el sol de medianoche. Las madres los encontraban llorando por un pájaro muerto y más tarde también los encontraron a muchos muertos como pájaros.

Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos por un invierno de caricias. Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños, atacados ferozmente por los portadores de profecías habladoras de catástrofes. Los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías, dijeron que sus palabras eran viejas y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso es antigua al corazón del hombre.

Los acumuladores de riquezas les temían, lanzaban sus ejércitos contra ellos, pero los portadores de sueños todas las noches hacían el amor, y del vientre de ellas, seguía brotando su semilla; que no sólo portaban sueños, sino que los multiplicaban y los hacían correr y hablar.

De esta forma, el mundo engendró de nuevo su vida, como también había engendrado a los que inventaron la manera de apagar el sol. Los portadores de sueños sobrevivieron a los climas gélidos, pero en los climas cálidos casi parecían brotar por generación espontánea. Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias torrenciales tuvieron algo que ver con esto. La verdad es que como laboriosas hormiguitas, estos especímenes no dejaban de soñar y de construir hermosos mundos, mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se llamaban compañeros, que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban en las muertes, se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se ayudaban en el arte de querer y en la defensa de la felicidad.

Eran felices en su mundo de azúcar y de viento, de todas partes venían a impregnarse de su aliento. De sus claras miradas hacia todas partes, salían los que habían conocido portando sueños, soñando con profecías nuevas que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores y de que el mundo no tendría que terminar en la hecatombe. Por el contrario, los científicos diseñarían puentes, jardines, juguetes sorprendentes para hacer más gozosa la felicidad del hombre.

Son peligrosos - imprimían las grandes rotativas
Son peligrosos - decían los presidentes en sus discursos
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra

Hay que destruirlos - imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus discursos
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra

Los portadores de sueños conocían su poder, por eso no se extrañaban. También sabían que la vida los había engendrado para protegerse de la muerte que anuncian las profecías y por eso defendían su vida, aún con la muerte. Por eso cultivaban jardines de sueños y los exportaban con grandes lazos de colores.

Los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros vigilando los pasajes y los caminos buscando estos peligrosos cargamentos que nunca lograban atrapar, porque el que no tiene ojos para soñar, no ve los sueños ni de día, ni de noche. Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños que no pueden detener los traficantes de la muerte; por doquier hay paquetes con grandes lazos que sólo esta nueva raza de hombres puede ver. La semilla de estos sueños no se puede detectar porque va envuelta en rojos corazones, en amplios vestidos de maternidad, donde pies soñadores alborotan los vientres que los albergan.

Dicen que la tierra después de parirlos, desencadenó un cielo de arcoíris y sopló de fecundidad las raíces de los árboles. Nosotros sólo sabemos que los hemos visto, sabemos que la vida los engendró para protegerse de la muerte que anuncian las profecías.

Seamos como ellos, portadores de sueños, sin importar lo que digan los que no comprenden.

Gioconda Belli



                      Creep  -  Radiohead  |  Happily Ever After  (Johnny Depp and Charlotte Gainsbourg)






No te salves


No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
                no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
             pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
                    entonces
no te quedes conmigo.

Mario Benedetti



                                Icehouse - No Promises  |  Anna Karenina  (Keira Knightley and Aaron Taylor-Johnson)





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