Anecdotario

Curiosas anécdotas de diferentes personajes históricos

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Cela y el Premio Nobel

Nada más conocerse que le habían concedido el premio Nobel de literatura, un periodista le preguntó a Camilo José Cela:

-¿Le ha sorprendido ganar el premio Nobel de Literatura?

-Muchísimo, sobre todo porque me esperaba el de Física.


Bernard Shaw y los autógrafos

Una coleccionista obsesiva de autógrafos envió una carta a Bernard Shaw solicitándole uno, pero el escritor detestaba a los caza autógrafos, así que le escribió una carta sin pelos en la lengua.

Días después recibió la contestación de la dama en la que le replicaba que “Reyes, Ministros y grandes artistas” habían accedido a sus ruegos, así que Shaw volvió a escribir diciéndole:

-Señora, creí que sería inteligente y pondría en su colección la carta en la que le negaba mi autografo

La dama le contestó:

-Es que yo no quería un autógrafo, sino dos.




Descubridores de dinero

Durante la crisis económica de mediados del siglo XIX, un acreedor ansioso por cobrar la deuda que había contraido el gobierno con él le dijo a Ramón María Narváez, Presidente del Consejo de Ministros:

-España cuenta con hombres insignes, como Cristobal Colón, que descubrió América. ¿Por qué nadie del gobierno descubre la manera de pagarnos?

Narváez le contestó:

-Mire usted, Colón descubrió América porque había una América que descubrir; nosotros no podemos descubrir dinero porque no lo hay. 




Un psicólogo demasiado curioso

Tras varias sesiones acudiendo al psicoanalista, el dramaturgo Tennessee Williams decidió dejar de ir a la consulta.

Cuando le preguntaron por el motivo de tal decisión, se limitó a contestar:

-Se estaba metiendo demasiado en mi vida privada


Wilberforce, Huxley y la teoría evolutiva

En la junta de la Sociedad Británica de Oxford que se celebró en 1860, el obispo anglicano Samuel Wilberforce, contrario a la teoría evolutiva, se dirigió a Thomas Huxley y le preguntó:

-¿Pretende Darwin descender de un mono por la línea de su abuelo o de su abuela? 

Huxley musitó a la persona que tenía a su lado:

-El Señor me lo ha puesto en las manos. 

Dicho esto, el naturalista se levantó y tomó la palabra:

-Si lo que me pregunta es si opto por abuelo entre un miserable mono y un hombre tan altamente dotado por la naturaleza, poseedor de grandes recursos e influencia pero que, sin embargo, emplea esas facultades y esa autoridad con el mero propósito de introducir el ridículo en una importante discusión científica, proclamo sin vacilar mi preferencia por el mono.




La incredulidad religiosa de Voltaire

Paseaba junto a un amigo por la calle cuando se cruzaron con una procesión precedida por un Cristo crucificado, motivo por el cual Voltaire se quitó el sombrero en señal de respeto.

-Os creía incrédulo en materia de religión -le dijo su acompañante, sorprendido por el gesto

-Y lo soy -matizó Voltaire -Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos




Directamente con el jefe

Encontrándose en su lecho de muerte, los familiares de Marlene Dietrich mandaron llamar a un sacerdote para que le diera la extremaunción.

Tal y como entró por la puerta de la habitación el religioso, la actriz le espetó:

-¿Para qué debo hablar con usted? En poco tiempo podré hacerlo con su jefe.


George B. Brummell, el secreto del seductor

George B. Brummell fue considerado el árbitro de la moda en la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Apodado como “Beau Brummell” (el bello Brummell) era un seductor innato.

En cierta ocasión se le preguntó por el secreto de su éxito con las mujeres, a lo que Brummell respondió:

« Es fácil. Trato a las verduleras como duquesas y a las duquesas como verduleras, y me va tan ricamente.»




El remedio para no escuchar

El escritor francés del siglo XVII, Antoine de Rivarol se encontraba en una reunión social, cuando dos señoras, que tenían fama de insoportables, se le acercaron y comenzaron a departir con él.

Rivarol pasó largo rato con ellas y no dejo de hablar ni un momento, hasta que fue “rescatado” por un amigo suyo que, extrañado por su actitud simpática y cordial con las damas, le preguntó:

-¿Cómo has podido estar tanto rato hablando con esas mujeres?.

-Ha sido la única forma de evitar el suplicio de escucharlas yo a ellas -repuso el escritor.





Matrimonio por interés

El promotor de actividades literarias y artísticas de principios del siglo XX, Joaquín Borralleras era un habitual a las tertulias que él mismo impulsó en el “Ateneu barcelonés”.

Cierto día, en medio de una acalorada tertulia, uno de los tertulianos le echó en cara que se hubiera casado por interés.

Borradellas, indignado contestó:

- ¿Qué me he casado por dinero? ¿Casado por dinero? Quien se ha casado por dinero es mi mujer, que si no llega a tenerlo no se casa.


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