Anecdotario

Curiosas anécdotas de diferentes personajes históricos

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Hay gente pa tó

Después de una gran corrida en Madrid, era corriente que los diestros ofrecieran una fiesta en el hotel a amigos, periodistas y gente relacionada con las artes y la cultura en general.

En una de esas celebraciones le presentaron al afamado matador cordobés Rafael Guerra “Guerrita” a Ortega y Gasset, y se lo presentaron como “filósofo”, a lo que el maestro inquirió sorprendido:

-¿Filósofo? ¿Y eso qué es?

De inmediato le explicaron que se trataba de la persona que trabajaba sobre las ideas y el pensamiento, a lo que el Guerra, asombrado por tamaña profesión, sentenció con su famoso:

-Hay gente pa tó.



El viaje en tren de Mark Twain

En uno de sus viajes en tren por EEUU, Mark Twain se topó con el revisor y no dio con el billete. Tras una larga espera, con el escritor rebuscando por todos sus bolsillos, el hombre le dijo:

-Ya sé que usted es el autor de “Tom Sawyer”, así que no se moleste, estoy seguro de que ha extraviado el billete 

Pero Twain seguía buscando y el revisor insistiendo en que no hacía falta, hasta que le confesó:

-Es que, si no lo encuentro, no sé dónde debo bajarme.





Montgomery, Churchill y el tabaco

El mariscal Montgomery tenía una fuerte postura antitabaco que chocaba frontalmente con la afición a los cigarros de Winston Churchill. Se cuenta que un día, Montgomery dijo a Churchill:

—-Yo no bebo ni fumo. Duermo bastantes horas. Por eso estoy en forma al ciento por ciento.

Y Churchill respondió:

—-Yo bebo mucho, duermo poco y fumo un cigarro tras otro. Por eso estoy en forma al doscientos por ciento.





Cansado de su mujer

Al poeta y dramaturgo François Le Métel de Boisrobert le fueron con el chismorreo de que su esposa le era infiel con un amante.

Sin inmutarse soltó:

«La verdad es que me importa un bledo. Al final se cansará de ella como me he cansado yo»







Contando cornudos

El escritor Narciso Sáenz Diez Serra (más conocido como Narciso Serra) paseaba en cierta ocasión con un amigo cuando le preguntó:

«¿Cuántos cornudos te parece que viven en esta calle sin contarte a ti?»

El acompañante indignado contestó:

«¡Cómo sin contarme a mí! Esto es un insulto…»

A lo que el dramaturgo reformuló la pregunta:

«Bueno, no te enfades. Vamos, contándote a ti, ¿cuántos te parece que hay?»





Rectificar es de sabios

Bien conocida era la animadversión que sentía Ramón María del Valle-Inclán hacia el polifacético  José de Echegaray, contra el que soltaba, cada vez que podía, más de un improperio en público.

Cierto día, en una de esas acaloradas discusiones que el escritor mantenía  con asiduidad en las tertulias a las que asistía, perdió la paciencia con uno de los contertulios al ver que éste defendía con fervor las obras escritas por el Premio Nobel.

Ni corto ni perezoso, el dramaturgo gallego espetó al hombre un sonado «¡pedazo de bruto!» a lo que el ofendido respondió:

«¡Retire usted esas palabras!»

Valle-Inclán quedó pensativo, se acarició su larga barba y dijo con toda la tranquilidad del mundo:

«De acuerdo, retiro solamente lo de “pedazo”»





Un puesto de ministro

Siendo jefe del gobierno francés Georges Clemenceau recibió a un político en su despacho, el mismo día de la muerte de uno de sus ministros.

Político: -Quiero ponerme a su disposición por si cree que puedo ocupar el puesto del ministro fallecido.

Clemenceau: -Eso no es cosa mía, pregúnteselo a los de la funeraria. 



Extraño fenómeno

Se cuenta que Carlos V, visitando un monasterio de Alemania, vio a un monje que tenía la barba negra y el pelo completamente blanco.

Preguntóle la causa de tan extraño fenómeno y el monje le contestó:

«Señor, he trabajado más con la cabeza que con los dientes».




El Mariscal de Richelieu y las mujeres

La Marquesa de Saint-Pierre estaba en una reunión donde se decía que el Mariscal de Richelieu había tenido muchas mujeres sin jamás haber amado a ninguna:

-¡Sin amar! Eso se dice rápido -respondió ella- Sé de una mujer por la que él volvió de trescientas leguas…

Y narró la historia en tercera persona, y, en el calor de su narración, concluyó:

-La llevó a la cama con una violencia increíble, y allí pasamos tres días.





Poner a parir a Reagan

En 1.987 Gorbachov declaró en cierta ocasión:

«Si cualquier ciudadano americano, es libre para presentarse ante Reagan y ponerle a parir, nosotros no seremos menos, a partir de ahora, cualquier ciudadano ruso es libre de presentarse ante mí y poner a parir a Reagan».

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